PESADILLA



Las brumas del alma
me acechan silentes
me envuelven dolientes
me arrancan la calma.

Pequeños gigantes
crecen engarzados;
me muestran los hados
garras sibilantes.

Me atronan sus cantos,
retumban horrendos;
sus rostros pudendos
siembran el espanto.

Címbalos mortales,
estruendos siniestros
gimen los ancestros
con llantos letales.

Roncos estertores
de agónico aullido,
dañan el oído
gritos interiores.

No hay vida, no hay muerte
no hay pena ni hay gozo
es oscuro el pozo
donde yago inerte.
De pronto despierto
y escucho tu voz...
¡Era un sueño atroz
que tomé por cierto!