Las brumas del alma
me acechan silentes
me envuelven
dolientes
me arrancan la
calma.
Pequeños gigantes
crecen engarzados;
me muestran los
hados
garras sibilantes.
Me atronan sus cantos,
retumban horrendos;
sus rostros pudendos
siembran el espanto.
Címbalos mortales,
estruendos
siniestros
gimen los ancestros
con llantos letales.
Roncos estertores
de agónico aullido,
dañan el oído
gritos interiores.
No hay vida, no hay muerte
no hay pena ni hay
gozo
es oscuro el pozo
donde yago inerte.
De pronto despierto
y escucho tu voz...
¡Era un sueño atroz
que tomé por cierto!
Hay sueños...que digo; pesadillas que nos persiguen aún estando despiertos, que nos acosan cual fantasmas tenebrosos, de esas torturas que nos libre el altísimo... si puede, grandioso poema, un abrazo
ResponderEliminarHola, Carlos.
EliminarMuchas gracias por visitar mi blog.
Un abrazo.
Hola preciosa. Pues menos mal que era un sueño, porque ya estaba pensando yo: esta no es mi Era que me la han cambiado, jajaja.
ResponderEliminarEstupendos tus versos como siempre.
Te mando muchos besos que hace mucho que no nos "vemos". El Mono está viejo, se enferma cada dos por tres, jajaja.
Hola Elda.
EliminarMuchas gracias por tu comentario.
Tenemos el mono tapiado a cal y canto, menos mal que nos quedan otras ventanas por donde asomarnos.
Un besazo.