Miro el papel en blanco y no decido
si quiero o no escribir, pues mi
lamento
grita con tal vigor que el sordo ruido
no me deja
aflorar el sentimiento
que vive oculto en mí,
enfebrecido,
mordiendo más dañino que violento.
Me temo
que si sale de estampida
volverá a desgarrar mi atroz herida.
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