Con una mano trémula de angustia
y el corazón viajando a la deriva
parsimoniosa escribo.
Pero mi verso tímido no avanza
porque declina el verbo trasnochado,
el que es vacío y fácil.
La palabra manida la rehúyo
y abjuro de los tópicos vulgares.
Cuando se trata de expresar mi pena
no encuentro los vocablos.
Es mi lenguaje torpe jerigonza
porque no sabe dar
la fuerza suficiente
a la voz del tormento que me azota.
La realidad que vive
un alma que se sume en la impotencia
y que derrocha amor en el vacío.
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