Muerte
impía, traidora me arrebatas
con un torvo
desdén cuanto yo amo;
¿Por qué me
hieres pero no me matas?
A la vida
justicia le reclamo,
pero es
sorda a mi ruego, y, sin remedio,
impotente me
siento, y me derramo
en lágrimas.
Por causa de tu asedio,
la fe en el
porvenir ya la he perdido.
Solo hay
oscuridad, marasmo y tedio.
De nuevo
ganas, muerte, me has vencido
tornándome
la vida baladí.
Me hubiera
ido con él de haber podido;
solo queda
que vengas a por mí.