Te
atravesé, brutal, con mi cuchillo
forjado
en tus falacias y vilezas
bruñido
con afrentas y bajezas
y
no dudé al hacerlo, fue sencillo.
Afilé
sin pudor mi lengua aguda,
preparé
mi discurso con esmero,
sin
piedad, mi alegato fue sincero
en
tu cara escupí la verdad cruda.
Mudo
por la sorpresa sucumbiste
batido
fuiste por el arma incruenta
maté
tu orgullo de forma violenta,
vulnerable
al ataque, feneciste.
Me
vacié de mis odios y rencores
e
ingrávida, olvidé viejos temores.
Este soneto, aparte de estar muy bien hecho, como todos los que haces, da miedo. No quisiera tenerte como enemiga. Espero seguir siendo comedido en mis respuestas, no sea que un día me toque a mí ese puñal verbal. Y yo no tengo escudo.
ResponderEliminarUn saludo.
(Bueno, al menos el final del comentario rima, ¿no?).
Tranquilo, ya lo dice el refrán, perro que ladra... no muerde.
ResponderEliminarGracias por la visita.
Que bien lo haces y que bien lo dices hija mía.
ResponderEliminarLa verdad es que las puñaladas verbales son las que más duelen, claro que las otras no las conozco, y supongo que dolerán más. A decir verdad la verbal tampoco la conozco, pero a mi me apetece muchas veces darlas, jajaja.
Como siempre un primor tus letras.
Besitos guapa.