Mi corazón
no espera ya nuevas primaveras
permanece
silente entregado a su invierno
un
invierno que, a veces, se transmuta en infierno
cuando
piensa y medita en las horas postreras.
No sueña
con futuros, porque todo es pasado,
su voz ya
no resuena con gozosa alegría,
aunque
intente aferrarse, en oscura manía,
a lo que
fue una vez, y que yace enterrado.
Mira por
la ventana y sólo ve la bruma,
las
huellas en el barro de la vida pasada,
la
ausencia de ilusiones es un peso que abruma.
Lento va
hacia el ocaso, la mirada cansada,
arrastrando
los pies, su existencia se esfuma…
es ya
cuestión de tiempo regresar a la nada.
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