CONTRAPUNTO

Vuelvo otra vez a utilizar mi pluma
para decir que, si hablo de dolores
nadie piense que estoy por suicidarme
ni quiero deprimir a mis lectores.

Lo que ocurre es que, a veces, filosofo,
y expreso mi inquietud y descontento;
sólo los necios son siempre felices
y de no serlo yo, no me lamento.

Sentí la angustia, tal vez pasajera,
y al momento escribí mi desahogo,
plasmando las cuestiones acuciantes
sobre las que a menudo me interrogo.

El estado de ánimo es mutable:
ayer, feliz; hoy lloro sin consuelo,
mañana sonreiré con alegría
y pasado, quizás, volverá el duelo.

EL ALMA ROTA

A veces el alma rota
se me hace un nudo, muy dentro,
y parte de su epicentro
el ansia cruel que me azota.
Es la pena que me embota,
que me angustia y me lacera,
tal que a veces pareciera
que acabará por ahogarme
si no encuentro a qué aferrarme,
aunque sea a una quimera.


El rostro el llanto me moja
languidezco sin remedio
pues sucumbí ante el asedio
de la pena y la congoja.
Esta vida se me antoja
tan vacía y sin sentido
que todo lo que he vivido
y lo que de ella me resta
es una condena impuesta:
¿para sufrir he nacido?



 

¡AY, TIEMPO!


Ay, tiempo que te escurres tan ladino
cual líquido oleoso incontrolado
una vez que te has ido, que has pasado
¿sirve de algo llorar o estar mohíno?

Amigo, sé capaz, vive el presente,
no te hundas con un ancla que no existe,
todo eso que pasó, ya lo viviste
y ese futuro está sólo en tu mente.

Disfruta de lo que haces felizmente,
olvida ya el ayer, que está obsoleto,
no pienses en mañana, sé valiente…

Encárate a la vida, como un reto,
sumérgete de lleno en su corriente
y déjate llevar, que es el secreto.